Ese momento exacto, ese punto (I)

Todas las mañanas, antes de pisar el suelo, me permitía unos segundos para volver a la estatura habitual: diminutivo de la verdadera Berenice.
A pesar de los errores, de las tragedias, del día a día monótono y sin poesía (aunque lleno de poemas), del camino oscuro, de la guerra interna, del vómito de excesos de vacío, de lágrimas que te arrugan las mejillas, del orden, del "otro más...", de no saber por qué pero no saber cómo no, de arañar la almohada, de cerrar los ojos para ver mejor, de exigir espacio finito, del polvo que nos cubre al no movernos, del maquillaje de andar por casa... A pesar del tiempo que nos precedió, para no sernos. Tú, después yo.
Somos ahora, suma, soledades.
Hubo un momento, tal vez nunca en el tiempo, que nos concedimos llanto, un conocerse a sí mismo en el otro, desconocido también para uno mismo. Reflejo infiel de la eterna quimera, que se aleja cada vez más de la realidad, y no por ello ésta nos gusta menos.
Sabemos que ni tú ni yo somos como nos pensábamos, nos encontramos torpes entre el querer ser y el ser querido, queriendo.
Recuérdame ahora qué odios, qué celos...

Otras entradas