Mañana lloverá (III)

El Bombón no estaba en el garito, aunque Marcos decidió echarse unos tragos antes de salir en su búsqueda.

A las tres copas se le acercó un tipo con aspecto de chulo y con cara de yonki que le invitó a su cuarta copa, extrañamente. En contra de lo que su apariencia le decía a Marcos de aquel tipo, mantuvieron una conversación amena, bastante superflua, pero amena, tampoco es que Marcos quisiera filosofar aquella noche. El tipo parecía estar sobrio, a pesar de su llegada a la barra con un tambaleo propio de una buena tajada. Al finalizar la copa, un vodka negro con granadina para Marcos y un whisky a palo seco para su imprevisto acompañante, éste se giro completamente hacia Marcos y le dijo:


- Mira chaval, más vale que no tardes en decirme dónde está Carla.


Marcos no supo, al principio, de qué o de quién hablaba el chulo con cara de yonki y supuso que la sobriedad era sólo aparente. Pasados unos segundos, sin embargo, Marcos empezó a pensar que le hablaba del Bombón.


- A ver si crees que esta copa es por tu cara bonita. Espero que me digas dónde está Carla antes de que me caliente. Tienes pinta de ser un mocoso con la picha brava, por eso te lo pregunto antes de sacártelo a hostias. El otro día te vi como salías de aquí con ella y no la he vuelto a ver desde entonces, así que empieza a cantar chaval, que no tengo toda la noche.


Definitivamente era el Bombón. A Marcos le hubiera gustado contestar a aquel tipo con una frase elocuente del estilo a "a mí también me gustaría saber dónde está", pero efectivamente y al menos al lado del chulo-yonki, parecía un verdadero mocoso al que, con una mínima palabra, le reventaría la cara. Así que, sin saber si había escogido bien, le dijo:


- No tengo ni idea de quién era, no me dijo ni su nombre, y yo tampoco sé dónde está. Sólo pasamos la noche juntos, me fui nada más despertarme.


El tipo parecía no haber oído lo que Marcos dijo, no se movió, ni cambió de gesto, ni siquiera dejó de mirarle, como si esperase aún la respuesta que Marcos ya le había dado.


- Pues muy bien, chaval, muy bien. Ahora tú y yo nos vamos a dar una vuelta, a charlar, y a ver si encontramos a Carla. Levanta.


Marcos tenía las piernas clavadas a la barra, las rodillas estaban hundidas en la madera. Aquel tipo le agarró del brazo de modo que a vista de cualquiera pudiera pensarse que Marcos iba borracho y le estaba sujetando. Y realmente, el miedo le hacía parecer ebrio. Salieron del garito sin vacilar.


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