Monólogos suspendidos VIII (de nuevo divagando)

¿De qué absurda tradición cultural o familiar viene la denomiada acción de "hacerse el/la tonto/a".?
Es una práctica nada agradable que no sé muy bien de quién la aprendimos, o quién fue el primero en usarla. No me gusta, señores, no me gusta, tener que callar cosas que bien pudieran salir al aire con naturalidad.

Ese miedo, señores, ese miedo a causar males... Una expresión que me resulta igualmente incompresinble: el mal menor. ¿El mal menor? Eso tiene que ser un truco publicitario, nunca hay males menores, todos son enormes, y molestan y duelen, y separan... A mí no me engañan con eso de: como es una tontería, para evitar males mayores...

Pues no, no no y no, me niego. Los males, si están hay que atravesarlos, hay que arrancarles los pelos de cuajo, y que se queden calvos; y si no se pudiera, siendo el mal demasiado grande, habría que correr, pero nunca huyendo, correr hacia delante.

Todos los demás casos, son imaginarios, tras un mal menor viene la culpa, viene la preocupación, la duda... Viene de nuevo el "hacerse el tonto".

Por eso, creo fielmente en eliminar el miedo ante males mayores, porque, seamos sinceros, nunca se queda ahí... Siempre, siempre, va a más.

Y sin embargo, algo en mi interior, incomprensible el Hombre, me invita a continuar haciéndome la tonta... Pero, señores míos, todos sabemos que lo sé.


Fotografía cortesía de la Diputación de Valladolid, pincha aquí para seguir la url.

Otras entradas