Recopilar no es crear

Y extranjero tu fuiste en la tierra de Egipto es el título del libro que Marina de Chateaubriand, laredana nacida en Colombia con acento argentino, ha publicado hace poco en Ediciones Tantín, conocida editorial cántabra que promueve la edición de novela en estos tiempos tan áridos para la misma en las colecciones habituales.
La novela se presentó el 23 de noviembre en Laredo, con el amparo ya no recuerdo si de un concejal o el propio alcalde de Laredo y una señora que al parecer es la presidenta de la Asociación Cántabra de Escritores. La presentación contó además con la humildísima participación de Sonsoles Fernández, de la editorial Tantín, y Mario Crespo, historiador y columnista del diario Alerta, entre otras cosas.

No sé qué será lo que siente peor a quien lea los párrafos que pueden seguir a lo dicho hasta ahora, si el comentario a la presentación o el comentario al libro, pero mi religión me obliga a ser hirientemente sincera con respecto a una y otro, y no voy a dejar títere con cabeza, creo.

De la primera no puede salvarse más que la participación de los dos últimos mencionados. Cuesta creer que, siendo éstos (M. Crespo y S. Fernández) los que a priori conformaban la mesa en las noticias, junto con la propia autora del libro, la señora presidenta de la Asociación Cántabra de Escritores y el señor concejal o alcalde de Laredo se quisieran apuntar el tanto a última hora, sentándose de cara al público, y con qué cara, a ambos lados de la señora autora y dejando una esquinita de la mesa, acaso, para Sonsoles Fdez. y Mario Crespo. Diré, no sin malicia, que el interés de las personas sentadas en aquella mesa era inversamente proporcional a lo cerca que del centro se encontraban sus respetables traseros.
Del señor concejal o alcalde no puedo aportar mucha información, puesto que no recuerdo ni su nombre ni su estatus, algo que me ocurre con frecuencia con los personajes que ocupan cargos políticos. Sí puedo decir que su intervención fue la esperable: mucha paja y poca información, derivadas ambas de la desatención del susodicho al asunto que le traía a tales páramos.
De la señora presidenta de la Asociación Cántabra de Escritores, sólo puedo decir dos cosas: qué vergüenza y ¡aguántense la risa! Y esto lo digo por sendas razones: vergüenza me daría a mí formar parte de los denominados Escritores Cántabros (y habría que especificar el término, porque al parecer en esa Asociación vale tanto escribir un post-it como la lista de la compra o, quién sabe, un buen libro, si lo hubiere) si fuera representada por esta particular señora; asimismo, ¡aguántense la risa! Porque la señora presidenta, Delia o Celia no-sé-qué, dijo, sin movérsela ni un pelo de su hermosísima cabellera artificioso-rojiza: "Yo, me siento poeta". Tras lo cual, no pudo evitar querer TENER que leer un poema, de algún autor, recogido en el libro de Chateaubriand (Marina de).
Llegados a este punto, yo, que acudí a la presentación como muestra más de mi interés por la cultura que por el acto en concreto (y parece ser que, como me ocurre con frecuencia, me confundí de lugar), me removía en mi asiento debatiéndome entre el descojono público y la vergüenza ajena.
La intervención de Sonsoles Fernández fue, a mi entender, acertadísima por su brevedad y concisión. Como representante de la editorial, entiendo que supo ver que su papel no era más que avalar la presentación dejando en buen lugar a la casa. Lógico y normal.
En cuanto a la de M. Crespo, aún no sé si alguien salió de allí con la idea de haber comprendido todo lo que expuso en su intervención. Malabarismos varios aparte, la erudición del comentario de Crespo a la novela dejó a más de uno con el chip de la atención desconectado durante el rato que duró el asunto, por lo que también más de uno, seguramente, cree recordar que a Crespo le pareció de buena factura esta novela. Si no recuerdo mal, lo que de buena factura le pareció fue la propia edición de libro... 
Detalles aparte, y prefiriendo no comentar mucho la intervención de la propia autora, así transcurrió más o menos la presentación y a este respecto sólo me cabe corregir humildemente a la señora Chateaubriand, en su corrección también del señor Crespo cuando éste dijo que César Tiempo era un escritor argentino y, la autora, que lo ha tratado frecuentemente en su libro, interrumpió las palabras de Crespo para corregir erróneamente, diciendo que Tiempo era español. Pues bien, buscando ustedes diversas fuentes de la biografía de C. Tiempo, verán que este señor nació en Ucrania pero pasó toda su vida o casi toda su vida en Argentina. 

Pasando al propio libro, he de decir, con ningún atisbo de vergüenza ante ello, que no me he leído el libro. Simplemente he escogido páginas al azar y he leído fragmentos. O he tenido muy mala suerte o el libro merece una corrección severa, pues cada dos o tres párrafos me encontraba errores ortográficos de peso considerable que harían que cualquier estudiante de Bachillerato, y digo más, de la ESO, suspendiera un examen brillante a base de rebajar y rebajar la nota por faltas de ortografía. ¿Acaso nuestra escritora hispanohablante no sabe escribir en español?
Además de esto, me di cuenta, por las diversas menciones a personajes de pensamientos tan profundos como los bíblicos, el escritor de El Anticristo (F.Nietzsche) o los que aportan diversas enseñanzas de las sabias culturas orientales, de que este libro, en mi opinión, es una recopilación de diversas publicaciones de autoayuda del estilo: ERES CIUDADANO DEL MUNDO, QUIÉRETE POR ELLO. 

Todos conocemos el mandamiento cristiano: Ama al prójimo (Levítico 19:13,18,33,34; Mateo 22:37-40; Romanos 1:14; 13:8-10; Gálatas 6:9,10). Este estandarte recorre el libro como un mensaje de paz universal. Pues bien, la señora Chateaubriand demuestra con sus declaraciones sobre él, de intento explicativo de lo que ella misma ha querido decir y lo que nosotros debemos entender de la lectura de su libro, que amar lo que se dice amar seguramente ame ciegamente a su hijo (al parecer un adolescente brillante que entiende su novela como el mejor lector que pueda haber en el mundo) y, como mucho, a sí misma. 

No sé a estas alturas si, de creerme, alguien querrá leer el libro, pero, por 16€, sale mucho más rentable que comprarse cada uno de los libros de autoayuda en que debe versar Y extranjero tu fuiste en la tierra de Egipto.

No me queda más que admirar a aquellos que hayan tenido el valor y la capacidad de leer este trabajo y creer estar ante una verdadera novela: ¡chapó!



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