Espasmos de escritura

Uno aquí, otro allá, no acaban de materializarse. Cuando no voy a hacerlo, siento una pulsión extraña que me incita a ello. Cuando me pongo a ello, siento que no sirve para nada, que no tiene sentido ni valor y que me voy por las ramas sin en realidad haber encontrado de qué he venido a escribir.
¿Ves? Otra vez, aquí estoy, dejando fluir un mensaje que no tiene mensaje, ni probablemente un destinatario concreto, ni siquiera es para mí.

El procesador de textos no entiende la palabra pulsión, pero no es mi problema, quizá el soporte debería leer un poco más o acceder a algún diccionario.

Ya está, aquí se acaba la pulsión, porque el ejercicio se ha convertido en un proceso y el proceso en una secuencia de ideas y las ideas en una secuencia de preguntas y las preguntas... Las preguntas me dan muchísima pereza.

A ti, que no lees nada de esto, a ti que te da igual y que vives ajeno/a a esta circunstancia concreta. ¿por qué me juzgas si escribo y por qué si no lo hago? No se trata de calidad, se trata de propósito, ya sabes, eso que Viktor Frankl vino en comprender como la única circunstancia del Hombre sin la cual la vida no tiene sentido.

¿Cuál es el propósito aquí? Si contesto a esa pregunta, entonces no quiero seguir escribiendo. Si no la contesto, esto no va a ningún lado.

Así que déjame en paz.


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