¡Ya no se puede vivir sin planes!

 ¿Qué ha pasado con la espontaneidad? ¿Por qué nos la han arrebatado de esta manera tan absurda?

Ya el mundo se estaba convirtiendo en ese cubículo de prisa y ocupación, que para poder ver a los amigos cuando uno volvía a su país, había que pedir cita y mandar invitación con sello Real. Pero ahora ya... Ahora ya uno no puede dejar de planear todo lo que va a hacer.

Ya no se puede salir a cenar así, de repente, porque apetece y donde sea. Ahora hay que pedir, hay que llamar, hay que saber qué se quiere y para cuándo. Ya no se puede decir: pues el mes que viene nos vamos y ya está. Porque el mes que viene te encierran en tu casa y ya está, eso sí que ya está.

No voy a mentir, yo soy la primera que pone el piloto automático y ni se acuerda de qué pasa con los demás. Bueno, sí que se acuerda, pero para cuando uno aúna ganas de insitir, se le pasa la vez, porque normalmente las ganas no vienen de vuelta y uno se queda descafeinado después del intento. "-¿Qué tal todo? -Como siempre".

¿¡Como siempre!? Por si eso no fuera triste ya de por sí. Hace ya bastante tiempo que seguir la letanía del "virgencitaquemequedecomoestoy" me parece faltar al propósito de estar vivo. 

Se avecinan tiempos de cambio... Y es probable que a poca gente le gusten, pero es el precio a pagar cuando uno cabalga, hacia delante siempre. ¿Cómo ocurrirá? Pues no lo sé, aún no he hecho PLANES.



Otras entradas