Campos semánticos sensoriales

 Soy consciente de que el título dado a esta entrada suena casi científico, pero nada más lejos, o quizá más cerca de la realidad. Cuando siento el impulso de escribir (y cada día resulta más tendente a hacerlo en mi lengua de uso habitual a día de hoy: el inglés), encuentro que hay una serie de sensaciones que se acompañan entre sí: recuerdos, por supuesto (y este blog contiene numerosos mementos que dan cuenta de ello), pero también palabras con una denotación tal que se unen para crear esta alineación de los astros que apuntan hacia las nueve Musas, quién sabe cuál aparecerá en cada ocasión.

Nostalgia, otoño, música clásica, domingo... Definitivamente, hay una tristeza innata en mi necesidad de escribir, cuando así lo hago por motivos puramente estéticos y no didácticos. Hay una intrínseca necesidad catártica a las palabras que reflejo en este espacio e imagino que esto es frecuente en otras personas, tal vez no, solo puedo hablar por propia experiencia.

Hay también, como complemento a esta tristeza, un miedo atroz a reflejar buenas noticias o esperanzas o incluso proyectos en papel y exponerlos al mundo. Nunca compartas tus planes con nadie, aquello que dicen... Pero además, el miedo a no ser suficientemente específica, a fallar en el esfuerzo de especificar el mundo y hacerlo posible; posible en el sentido de poder con él, el mundo es imposible si contiene todo y nada es específico.

Pero a la vez lo específico convierte el mundo en una serie de tareas que pueden fácilmente alejarte de aquello que no es exclusivamente útil, al menos así funciona en esta parte del mundo, en esta era, en este tiempo en que vivimos. Es difícil perder la noción de que el buen gusto es también de utilidad, en mi lengua adoptiva esto vendría a llamarse: self-betterment. Esto es: un apearse de la inacción y la inmadurez participativa; asumir que estamos aquí sin que nadie nos haya preguntado antes pero que es nuestra responsabilidad hacer de ello un regalo, una suerte. 

Y es cierto que tenemos tiempo para la belleza solo si nos esforzamos y solo si podemos permitirnos algo más que existir, sobrevivir, ir llegando. Y estas dos condiciones son inversamente proporcionales.

He aquí mis capitulaciones: conocí la belleza antes de tiempo y no supe identificarla, no supe asumir la responsabilidad de buscarla, de encontrarme con ella. Ahora vuelvo a ella habiéndome comprometido. Ahora, soy responsable de la Belleza. ¿Y tú?




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