Quién y qué se denomina en esta tierra...

ALTISONANTE, AMPULOSO, POMPOSO, ENFÁTICO, GRANDILOCUENTE...


Este tipo de gente se cree "la polla" y rara vez pasan de bálano "indescapullable". Sin embargo, los hay que realmente tienen la capacidad de ser perfectos (en su gran imperfección). La humildad pasó de moda y todos somos fashion victims en estas épocas que corren, tememos las etiquetas cuando somos los primeros que decidimos nombrarnos como "raros" "fuera de la norma" "exquisitos" y en algunos casos hasta "maravillosos" o "tremendos".

El motín de los inútiles no ha llegado a su fin y el periplo de los útiles parece llevarles a mundos desconocidos, donde ni Circe es capaz de enamorar al Eneas de turno. Y si cada mañana Penélope tejía lo que deshacía de noche, nosotros sólo nos hemos quedado con la mitad de la copla: la destrucción; lo malo es que no sabemos exactamente ¿a quién esperamos?

Hablemos, pues, todos a la vez, al unísono sangrante. Escupamos por el pico que todo nos parece mal y que, si tuviéramos menos educación, las críticas de Pérez-Reverte parecerían suaves palabras susurradas al oído (con cerumen por supuesto) comparadas con nuestras certeras acusaciones.

O mejor, hagamos huelga de transportes... Pero de transportes de palabras. Silenciemos nuestras insulsas ideas. Machaquemos nuestros egos relamidos, amargos. En muchas casos, sabemos todos, que ni siquiera a nosotros nos importa lo que estamos diciendo. Recojamos el hilo, aquí ya no se pesca.

Y mañana será otro día, en el que las palabras impuestas habrán perdido la fuerza que hoy las damos. Escojamos, entonces, el horizonte como meta de nuestros sonidos. Cuando las ideas hayan aprendido a organizarse antes y no después de hablar.

El silencio... cuánto nos cuesta, cuánto nos dice.


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