Monólogos suspendidos V

Las verdaderas historias se escriben en el aire, donde vuelen y dejen volar sin pesar entre las manos.

Se trazan pequeños sueños imberbes que, aun cuando hayamos perdido su calor, nos recuerden que algún día fuimos soñadores...

SOÑADORES

aquellos a quien alguien dio la capacidad de amar lo que no ama y de las verdades que más duelen, las que son sinceras, las verdades que nos abren de uno a otro sin parar a respirar un único segundo

Las verdaderas historias no se escriben, se degustan, como si tras su vuelo hubieran venido a caer en una copa de whisky, de esas tan grandes que cabemos nosotros cuando se entristece el tiempo...

TIEMPO

Siempre mal utilizado, para mañana dejaremos lo que no hicimos ayer y lo que hoy hagamos no servirá de nada, porque será tarde. Sentirnos amenzados es un don natural e intrínseco al hombre, por qué nos asombramos siempre que perdemos algo... Todo lo que tenemos estuvo alguna vez perdido y volverá a estarlo.

Las verdaderas historias se escriben con lápiz, como un buen comentario al mejor poema que alguna vez hicieron los bárbaros, aquellos que se atrevieron a mirar al sol directamente, a unirse a una mecha y derretirse sin sufrir mucho. Nunca dos caminos fueron trazados por la misma senda, porque no serían dos, sería uno.

UNO

La única medida numeral que al final queda, por mucho que nos hagamos infranqueables al derribo, a la pérdida y la solitaria muerte, el final de cada uno nunca será primera persona del plural.

Las verdaderas historias... quién las conoce, quién las recita o las canta, quién las sufre, las disfruta, quién las rechaza, quién las ama, quién insiste...

Quien las escribe

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