Cartas del vivir. Rilke

A Merline

Martes 28 de septiembre de 1920

[...]Es un combate atroz mantener lejos de mí las más legítimas influencias que podrían doblegar mi clara y firme voluntad. De este combate salgo a veces destrozado, pero me repito que entre las promesas fundamentales de nuestro amor había una, sobre todo, la de no forzar nunca nada y doblegarnos a las exigencias del momento. En efecto, tomando, por así decir, en nuestras propias manos esta felicidad iniciada, seríamos quizá los primeros en destruirla; ha de permanecer sobre el yunque de su creador y bajo los golpes de su laborioso martillo. Depositemos toda nuestra confianza en ese admirable artesano. Es verdad, sentiremos la sacudida de su instrumentos implacablemente manejado, siguiendo las reglas de un arte consumado; pero, de vez en cuando, como recompensa, nos invitará a admirar su obra favorita, conducida por él a su perfección final. ¡Cuánto la hemos adminrado ya esa primera vez! Apenas somos los colaboradores de nuestro amor. Por eso mismo, permanecerá por encima de los peligros triviales.

Intentemos conocer sus leyes, sus estaciones, su ritmo y la marcha de las constelaciones a través de su dilatado cielo de estrellas. ¡Perseveremos, amiga mía, perseveremos y admiremos!

Sé muy bien que al hablarte así se nos impone una muy desigual tarea: eres demasiado mujer para no sufrir infinitamente la dilación del amor que esta tarea parece implicar. Yo, en cambio, recogiéndome en mi trabajo, me aseguro los medios de mi más definitiva felicidad; tú, como contraste, por lo menos en este momento, al regresar a tu vida, la hallas sembrada e invadida de deberes medio petrificados. No te desanimes, querida mía. Mira, todo eso cambiará. Gracias a la transfiguración de tu alma, poco a poco transformarás también los obstáculos que te presenta la realidad. Lo que te parece impenetrable tú lo harás transparente gracias a tu corazón ardiente... Pero de momento, no pienses demasiado en ello y, en horas de niebla, no te des permiso para enjuiciar la vida, puesto que esa misma niebla no te permite verla en toda su amplitud y vastedad. [...]



A Merline

Viernes 17 de septiembre de 1920

Y déjame creer, amor, que te sostengo día y noche, y que sientes que no te abandono ni por un instante.

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