La lluvia

Se trata de un estado de latencia punzante
es amargo y se atraviesa en la garganta
una capa en la piel de la que aún no distingo el color
no sé a qué color huele, a qué color sabe
a pesar de estar lamiendo mis heridas.

Penetra en silencio si reapareces
tropiezo con ella en el espejo
y me mira
llora gotas de mercurio
que no resbalan nunca hasta el suelo
ni se evaporan en el aire.

Yo recojo esas gotas en este absurdo nocturno
camino las llamas de este fresco recuerdo
que se eleva por dentro y en el paladar anida.

Sospecho que así no resuelvo
ni el significado oculto
ni la indiferencia extraña
a que hemos venido a obligarnos.

Si has alcanzado tu sombra recorriendo el silencioso apego
entre las sábanas que ya aceptan otras fragancias,
permanece, cambiante, bajo esa capa.

Si no, permíteme entonces que limpie mi piel
bajo la violenta lluvia de esta noche de verano
antídoto breve de este largo encuentro que duró tantos años.


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