Mañana lloverá (I)

Insistía en que de pequeña no la dejaban salir hasta más tarde de las diez, que llevaba aprovechando desde que se había ido de casa, y de eso hacía mucho tiempo y que se pillaba unas fiestas del copón, que no la importaba con quién se levantaba al día siguiente, que al contrario, le daba rabia que normalmente no se levantara con nadie, pero lo que más le molestaba era levantarse con algún conocido o amigo suyo. Estuvo contándole a aquel pobre chaval, de no más de veinte años que sólo quería pillar aquella noche, que su mejor amigo dejó de hablarla por haber follado una noche, y que lo pasó muy mal... y que -esto ya no sabía si creérselo- después descubrió que tenía toda su casa forrada con fotos de ella.


Marcos, el chaval veinteañero, llegado ese punto, decidió que no conseguiría llevársela a la cama, y además empezaba a no querer, le daba la sensación de que estaba loca. Por otro lado, esa locura le atraía y quizá fuera únicamente por esa locura por lo que esa mujer, de unos treinta, se había puesto a hablar con un mocoso como él. La chica se puso a relatar esas hazañas sin saludar ni nada, y Marcos, que ante todo era un caballero le dijo:


- Perdona, me está interesando mucho esto que me estás diciendo pero ¿cómo te llamas?


Al momento la chica se quedó callada y tardó unos segundos en reaccionar con una carcajada estridente que hubiera recibido las miradas de todo el bar de no ser por la música.


- Me llamo Icíar -dijo con media sonrisa- o Vanesa o Rocío o Carmen. Como tú quieras.

- No, yo quiero saber cómo te llamas realmente, o al menos cómo te gusta que te llamen.

- Bombón para tí, entonces.


Así que Marcos, al día siguiente, se preguntaba cómo despedirse del "Bombón" que se había tirado sin mencionar dicho mote, le parecía demasiado cariñoso para el momento, sobre todo después de haberse dado cuenta de que, aun con el pedo que llevaban ambos, uno de los dos había conseguido depilarle... No sabía exactamente por qué. Por suerte, el bombón estaba dormido y Marcos se limitó a buscar un boli y algo donde escribir. Dejó escrito en un trozo de papel higiénico: "Nos veremos por ahí. Marcos".


¡Qué gilipollez! -pensó después- Para eso no la dejo nota. Pero por alguna razón necesitaba que el bombón le tuviera en cuenta al despertarse. Quizá fuese por la tendencia un tanto pueril a fardar de sus logros, que habían sido pocos hasta el momento, en la cama; Marcos probablemente quería poder enseñar "su trofeo, su Bombón" a los colegas, aunque sabía que no pasaría nunca.


Salió a medio vestir de aquella habitación y de aquel piso, se vió en pleno centro y sin un duro para el taxi. Le esperaba un largo paseo mientras intentaba recordar cómo y qué habían hecho el Bombón y él esa noche.

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