La tradición impresa

La elaboración y la transmisión de una obra literaria antes de la imprenta es cosa muy distinta de lo que fue después. La tipografía hizo que la publicación de un libro, hecha antes mediante muy escasas copias, lentas y muy distanciadas en el tiempo y en el lugar, se convirtiese en un acto momentáneo, único y superabundante en ejemplares. La publicación impresa señala la terminación de la obra por parte del autor; todo lo que éste trabajó en elaborarla queda anulado en el olvido, y todo cuanto trabaje después en corregir y perfeccionar lo impreso, si no hace una segunda impresión. Por el contrario, en la lentísima publicación manuscrita cada ejemplar producido tiene su individualidad.

R. Menéndez Pidal

Este fragmento de uno de los grandes estudiosos de la literatura española, en deuda con otro grande, R. Menéndez Pelayo, pone de manifiesto la opinión de una parte de los escritores que creemos que, al margen de las ventas y la facilidad de distribución que significan la impresión de un libro a gran escala, tener entre las manos un ejemplar tan único como el realizado por un sólo escritor o copista es un regalo inigualable. Por eso, siempre hemos creído que es necesario guardar, ya no sé si para la posteridad o simplemente para no olvidarlo -como dice Menéndez Pidal-, los manuscritos de las obras que creamos, a poder ser rubricados, por si el día de mañana alguien nos quiere coleccionar... ¿Quién sabe?

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