...y comiendo pipas.

Hace poco un buen amigo, al que había dejado olvidado injustamente en ese cajón paralelo al que uno vuelve en circunstancias adversas, y yo, filosofábamos sobre el sentido de la vida y la existencia del mundo y el universo; lo hacíamos bajo una luna llena anaranjada, que poco o nada tenía que ver con un día tan lluvioso como el de hoy, salvo por esa melancolía que ambos despiertan en el alma. 
En fin, allí estábamos decidiendo si el día de mañana seríamos sólo energías cambiantes y ocupantes de otros seres, con o sin cuerpo, con la certeza de que en otros mundos que se nos escapan en el espacio y en el tiempo existen entes tan inteligentes o más que nosotros (a mí no me cabe duda de que más, puesto que la raza humana, si bien en su conjunto parece avanzar, a título particular va de culo y cuesta abajo, en mi humilde opinión particular -o sea, de culo y cuesta abajo-).

Como es de esperar cuando uno trata estos temas tan poco útiles para lo cotidiano, tan abstractos y tan de hipótesis incomprobables, inferencias imposibles, la conclusión no llegó por resolución sino por agotamiento. El ser humano se agota, por definición, de no concluir nada a partir de sus argumentos (tanto así que esa noche yo dormí como un lirón, de lo cansado que tenía el cerebro, y me consta que mi buen amigo así lo hizo también).

Y al resolver terminar con la conversación, pudiera parecer que a modo de "gracieta fabulesca", pero con un sentido ulterior que por suerte a mí, quizá con la trascendencia afincada en mi cabeza hasta unos minutos más tarde, no se me escapó, mi buen amigo exhortó, tan ligeramente que pareciera que ese primer motor, ese Dios, ese algo que insistimos en que haya creado el mundo, nuestro mundo, le hubiera puesto las palabras en la boca, como resumiendo lo que va a ser de la vida al acabarse el verano, sobre todo en este Santander tan nuestro (les recomiendo alguna lectura de Álvaro Pombo para conocer ese Santander "nuestro"): "Ahora la gente se pasa el día...
haciendo el nada
y comiendo pipas
".

Y así es como el universo compensa la ineficacia del ser humano, a sabiendas de que no le interesa que descubramos el sentido de la vida, porque si lo hacemos, se habrá acabado el mundo...



Otras entradas